Durante mucho tiempo me enfadaba, aunque no siempre lo manifestaba, cuando alguien me decía que tenía una flor en el culo. Todavía hay momentos en los que me perturba, sobre todo, cuando ese día ya lo tengo cruzado. Decirle a alguien que tiene una flor en el culo es menospreciar su esfuerzo y su trabajo. La suerte no se crea, se trabaja porque por mucho que seas buena en algo si no te lo curras, seguirás sin avanzar.
Para cumplir un sueño hay que renunciar a muchísimas otras cosas. Mi primer gran sueño fue ser independiente económicamente, así que cuando después de echar el currículum en el aeropuerto de Málaga me llamaron, no lo dudé. Los primeros meses, hasta que conseguí un segundo trabajo, no ganaba más de 450€ y con eso pagaba mi habitación en Málaga, gasolina, comida y demás detalles para sobrevivir. En mi familia se ofrecieron a ayudarme pero yo no quería ayuda de nadie.
En esa época volví a escuchar la maldita frase de que tenía una flor en el culo y yo pensaba <<¿tengo una flor en el culo por levantarme a las 3 de la mañana porque mi turno empieza a las 4 o la tengo porque a veces echo más de 12 horas entre los dos trabajos?>>
Cada vez que viajo escucho la misma cantinela. Y no, no es flor en el culo, es trabajar, renunciar y ahorrar. Prefiero no comprarme ropa, salir de fiesta o dormir en un hotel por poder viajar durante más tiempo como mochilera. Por eso, amiga, te entiendo cuando se te enerva la sangre cuando alguien quiere quitarle mérito a todo el esfuerzo que hay detrás de tus logros. Las dos sabemos que no se llega a todo, que hay que seleccionar y en la mayoría de ocasiones, esa elección supone mucha más renuncia y sacrificio de lo que se ve.

Las apps para ligar están cada vez más de moda, eso lo sabe hasta mi abuela aunque ni ella ni nadie las entienda. He tenido la suerte de encontrar a mi compañero de aventuras dentro de las apps más sofisticadas, el cara a cara.
La gente tiene cada vez menos tiempo o paciencia para encontrar a su medio limón, naranja o frutería entera. Se saltan un paso base, conocerse. La sociedad se ha c ...
A mi madre la asesinó una rosa. Cuando llamaron al timbre me ordenó que me encerrara en mi habitación. No le gustaba recibir visitas en mi presencia, decía que los niños copan toda la atención y ella necesitaba las tertulias de las cuatro para olvidarse de que vivíamos en un minúsculo pueblo del interior.
Estaba releyendo uno de mis libros favoritos antes de que el ruido estri ...